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MARCO TEÓRICO

  • Nathaly Anaconas Roa
  • 26 may 2015
  • 2 Min. de lectura

Comunicar viene del vocablo latino communicare, que significa “compartir algo, hacerlo común, y por “común” se entiende comunidad; es decir, generar conocimiento a través de la trasmisión de información con los pares. En este mismo contexto, Felipe Nieves, nos habla de la presencia de dos o más individuos como requisito fundamental para establecer una comunicación, bien puede ser verbal o no verbal.

Hablar de comunicación verbal, es hablar estrictamente del lenguaje; esto significa un “sistema de códigos” que permite identificar los componentes materiales y entablar relaciones interpersonales en el entorno (Narváez, 2009). “(…) hasta los tiempos actuales, un componente distintivo de la comunicación estratégica, que consiste en la capacidad de gestionar mensajes y significados para lograr persuadir a los interlocutores en un proceso de interacción” (Pérez, 2006; Canel, 2007). Si tenemos en cuenta, que el lenguaje, al igual que la cultura, obedece a un constante cambio evolutivo; es evidente que en los últimos años esta evolución se ha acelerado. Las palabras son escazas y no proporcionan suficiente información.

Comunidad de habla corresponde a la organización que se genera entre los miembros de un grupo de acuerdo con las redes de comunicación social e interindividual. Se caracteriza por ser heterogénea y diversa en planos socioculturales y lingüísticos. El repertorio verbal está constituido por todas las variedades lingüísticas que se usan en esa comunidad y a su distribución de ámbitos de uso (Valls, 1994).

Las prácticas sociales pueden ser interpretadas como “enunciaciones que surgen de las experiencias de vida de los hombres y mujeres convertidos en sujetos sociales.” La sastrería se debe entender como una práctica social socio- económica, pues es una actividad destinada a la fabricación y mantenimiento de implementos cuyo destino originario se orienta a la satisfacción de las exigencias mínimas de la vida social. (Castro P. et al) Por lo tanto, es necesario entender las prácticas sociales desde dos perspectivas: la objetiva y la subjetiva. (Gutiérrez, A. 2012)

La Real Academia Española de la Lengua define como sastre (del latín sartor): “persona que tiene por oficio cortar y coser vestidos, principalmente de hombre.” Una imagen que puede resultar mucho más modesta es la del sastre. Un sastre nunca hace dos trajes exactamente iguales: no le quedan iguales ni siquiera para el mismo cliente. En sentido estricto, un sastre siempre toma las medidas de su cliente antes de cortar la tela. (Gonzáles, J., 2002)

Finalmente, se define al cliente como “la persona más importante para el desarrollo de la empresa que utiliza con frecuencia los servicios de un profesional o empresa con el fin de efectuar una compra; sin clientes no existen organizaciones.” (Frances Gaither). Esto permite decir que sin clientes no existiría la sastrería.


 
 
 

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